MUSEO JUAN ZORRILLA DE SAN MARTIN
El Museo Juan Zorrilla de San Martín está ubicado en la esquina de la calle Zorrilla de San Martín y la Rambla Mahatma Gandhi, en el barrio de Punta Carretas. El edificio que ocupa el museo fue la casa del escritor y comenzó a construirse en el año 1904. Además de poeta, Juan Zorrilla de San Martín fue periodista, docente y diplomático destacado en el medio uruguayo. De su obra literaria resaltan “La leyenda patria” (1879) y “Tabaré” (1888); obras que le valieron el apodo de “el Poeta de la Patria”.
José Batlle y Ordóñez, electo presidente de la República para
el período institucional 1903 - 1907, nombra a Juan Zorrilla de San Martín jefe del Departamento
de Emisiones del Banco de la República, "sinecura" -como se la llamó-
exenta de horarios, pero que el escritor cumplió sin faltar ni un
solo día a sus obligaciones.
Dispuso, es verdad, de mucho tiempo libre
para poder dedicarse, con la tranquilidad necesaria, a la literatura. Hizo, al respecto, un gracioso comentario: "este puesto -dijo- me
permite vivir de la phuna, ya que todos los billetes bancarios van
firmados por mí".
Compra, en Punta de las Carretas -también llamada Punta Brava-, en los aledaños de Montevideo y a orillas del Río de la Plata,
un terreno sobre el cual hace construir., por el arquitecto Aubriot, una
casa veraniega, donde hoy funciona el Museo Zorrilla, edificio declarado
Monumento Nacional, por ley de la República, el 12 de setiembre
de 1936.
En una carta a Juan Carlos (el hijo sacerdote, que residía
en el extranjero), le describe su dueño aquella "pequeña parcela
de terreno, a cien metros del mar" y la "modesta casita de cinco piezas
a cuyo rededor he plantado yo mismo algunos arbolitos y sembrado legumbres
[ ... ] Los muchachos tienen, pues, donde correr y respirar aire puro; ellos cavan la tierra y recogen cangrejos entre las piedras de la costa bravía en las que se estrella el mar, y desde la que se ven pasar los barcos que van hacia tí y llevan estas cartas en las que, con los cariñosos saludos de todos los tuyos, te envía el suyo y su bendición, tu Padre". Otro valioso comentario sobre las tareas agrestes que Zorrilla de San Martín cumplía en la quinta de Punta Brava, lo tuve porinter. medio de su nuera, "Bimba", quien subrayó el proverbial entusiasmo que don Juan ponía en el cuidado de la huerta y del jardín. Si llegaba a cultivar algún zapallo o melón de buen tamaño, se lo mostraba -ufano- a parientes y vecinos. También plantó allí muchos árboles de sombra y de adorno: los que pueden verse, todavía, en torno al edificio del Museo. A su vez, Cochonita -la hija menor del poeta- dijo, en su antes mencionado libro de recuerdos familiares, que "así tomó forma la 25 quinta: con el esfuerzo de aquellas manos que se volvieron callosas al contacto con la tierra [ ... ] Allí observábamos juntos el nacimiento de las hojas, el florecer de los brotes y el esplendor de los frutos; aspirábamos el perfume de los yuyos aromáticos., tan luuuildes y generosos, como el jardinero: tomillo, alhucema, malvarrosa, etc." (op. cit., p. 58). Había también, toda clase de animales: charabones, tortugas, perros, nutrias, gatos, dieciocho pavos reales, loros, sapos (respetados como "príncipes de leyenda, víctimas de un embrujo o maleficio"), monitos, un canario llamado ":Martín", una vaca denominada "Princesa" y numerosas gallinas.
Lo primero que siente uno al entrar al Museo es quietud. En el jardín andaluz se pueden escuchar los pájaros que cantan entre la vegetación y el correr del agua de una fuente que fluye incesable y uniforme. Constante.
La casa cuenta con varias habitaciones y un desván, donde el escritor realizaba su trabajo creador. El dormitorio del poeta, su tablero de ajedrez, el comedor y el mencionado jardín son los principales atractivos del Museo.
Al entrar al desván un amable señor que cuidaba el lugar me acompaño en mi recorrido y me contó un poco de lo que escuchaba en las visitas guiadas que se hacen en el museo.
Como si lo hubiera visto, me dijo que el pajarito Martín de la jaula roja acompa;aba a el poeta todas las tardes. Juan Zorrilla de San Martín lo ponía en su hombro y juntos cantaban. Luego de que el poeta falleció, el canario Martín no soporto su angustia y a los dos d'ias murió también.
1911 a 1931: Los últimos veinte años de Juan Zorrilla de San Martín
fueron de grandes honores y satisfacciones.
• El 26 de febrero de 1913 se estrena, en el teatro Real de Madrid,
la ópera Tabaré, del conocido zarzuelista español Tomás Bretón, soLre
un libreto propio, inspirado en el poema homónimo de Zorrilla
-de San Martín. Esta pieza musical, por igual que otras sobre texto del
gran escritor uruguayo, las analicé, por separado, en mi libro sobre
Juan Zorrilla de San Martín en la literatura, la historia, la música y
las artes plásticas (volumen en prensa), donde, además de estudiar sus
-obras en prosa y verso -realmente fundamentales-, consideré también
estos otros aportes que le dieron a su autor el relieve de un ver·
dadero humanista, versión moderna de un hombre del Renacimiento.
• En agosto de 1915, el gobierno uruguayo lo envía, como Ministro
Plenipotenciario y Embajador Extraordinario al Paraguay, país adonde
volvería en 1920, cuando la transmisión del mando presidencial,
como representante diplomático del primer mandatario, doctor Baltasar
Brum.
• Al año siguiente, es designado para ocupar una banca en la Asamblea
General, encargada de reformar la Constitución de 1830; pero
renuncia al cargo, que toma, en su lugar, Rugo Antuña.
'.
En 1917, la editorial de C. García da a conocer, en Montevideo,
Detalles de la Historia rioplatense (138 páginas), volumen que incluye
un juicio crítico del doctor Ricardo Rojas, gran amigo, por otra par·
te, de don Juan, a cuya memoria dedicó una conferencia, en 1932,
en el Ateneo de Montevideo. La versión taquigráfica, revisada por el
autor, fue publicada en los llamados Cuadernos Mensuales de Cultura
(Bs. As., ed. Selección, 1933; págs. 3 a 31). i.
El 12 de octubre de 1918 habla, sobre el Día de la Raza, en el
teatro Colón de Buenos Aires, donde compara el vasto continente americano,
en su plenitud, con un "enorme cetáceo que se baña en amo dos polos".
• El sábado 17 de mayo, poco antes, Zorrilla le había dado la bienvenida,
en la sala del Ateneo montevideano, al poeta Amado Nervo,
llegado al país, como representante diplomático de México. Ocurrió
que el autor de La amada inmóvil, amigo personal de los Zorrilla,
quienes lo recibieron en su casa, dejó de existir repentinamente. Pocos
días después del citado homenaje, el 26 de mayo, despidieron sus
restos fúnebres, en una emotiva ceremonia donde Juan Zorrilla de San
Martín tuvo que hablar nuevamente. Dijo entonces: "El Ateneo de
Montevideo, que hace algunos días me confió su palabra para que
diera la bienvenida al poeta mejicano en el salón lleno de aplausos,
ha creído que soy yo, también, quien debe darle, en su nombre, la
despedida. Me parece, señores, que veo apagarse, como en un sueño,
una tras otra, sopladas repentinamente por una ráfaga, aquellas luces
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de la fiesta. Y quedar una sola, como la lámpara de una ermita, en
el salón lleno de silencios y de sombras". Esta pieza oratoria, que
reprodujo parcialmente El Bien Público al día siguiente (pág. 2,
cok 4 y 5), terminaba recordando que, así como en las exequias de
103 genios musicales se hacían sonar, a modo de oraciones, sus gran.
des sinfonías, podía terminarse esta semblanza repitiendo algunos ver·
sos del gran poeta desaparecido. Y recitó una estrofa tomada del libro Elevación.
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